Te preparas para descender por las escaleras a tu sala de estar. Estás parada chocando miradas con un enemigo familiar, una estatua de granito de 6 metros del poderoso hechicero, ZAZZERPAN EL DOCTO. Tu madre lo instaló por un hoyo en el techo con una grúa de gran tonelaje.
Sólo observa esa mística mirada. Mirar directamente a esos distantes, vidriosos ojos atraerá la curiosidad de cualquier mortal. Contemplar la sabiduría oculta en los surcos de ese venerable rostro es conocer las alegrías incesantes del asombro mismo. Cualquier hombre tan afortunado de encontrarse de reojo con su alegre titilar o un retorcijón de su bigote seguramente tendrá todos sus sueños cumplidos.